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jueves, 13 de mayo de 2010

Yo mimo a mi mami


En el día de la madre, o unos diitas más, se me ha antojado bloggear un trabajo que hice con el mismo motivo pero en mis épocas colegiales. Pongo el parche, (mismo Mariátegui) no he querido cambiar absolutamente nada. Ni una coma, ni un punto ni nada. Seguir lo que dice la mayoría te ayuda a salir de los problemas; y en este caso, la myoría dice que siempre es bueno corregir lo ya hecho. Pero hoy me siento como Aldous Huxley, quien en su prefacio del libro "Un mundo feliz" cuenta que no cambiaría nada de manuscrito, asi hayan pasado 20 años para su publicación. El prediere dejar su obra "tal como está lo bueno y lo malo". Hoy pienso igual, no cambiaré nada de lo que escribí a mano 4 años atrás. Por miedo, talvez, a impregnar tal obra con pedazos del Diego actual, o por miedo a quitarle la picardía de la preadolescencia, o, talvez, por simple y mero capricho. No importa elm otivo en realidad. Aquí les va, y sbretodo a tí MAMÁ (ella la lo leyó, por supuesto):

Mi mamá, Doña María Cristina Meneses De Hernández, una mujer nacida un 7 de Enero de 19... (sin comentarios) en Lima, hija de Juana Yauli (Gracias a ella, sangre ayacuchana corre en mis venas) y José Meneses, un limeño bien criollo. Fue la mayor de 9 hijos, siendo; por eso, a la que le tocó madurar más rápido y c on las ideas más ortodoxas que mi abuela y las monjas de su colegio le pudieron inculcar.
No fue, precisamente, la más avispada de su clase, sino, una chica tranquila a la que se le podía reconocer por sus, digamos, respetable talla, sus artísticos cuadernos y su función de abanderada en días festivos.
Todo esto fue la historia de mi Mamá en su adolescencia, sin olvidarme de sus abuelos por parate de madre, a los que amó como si fuesen sus padres; y a los que yo, sin conocerlos, también quiero mucho.

La conosco 16 años y un poco más, y aunque a veces la molesté con "sus hijos" (con cariño, por si acaso), siempre he visto en ella, mucho desprendimiento.
recuerdo en mi infancia a mis uniformes, del jaardin de niños, bien almidonados, que; aunque picaban un poco, causó envidia entre las madres de familia, la botadera de plata en rollos fotográficos para inmortalizar los momentos más vergonzosos de mi vida, los cuales tengo que revivir con cada persona que visita mi casa.
No me puedo olvidar de sus regaños salomónicos que me ganaba con cada travesura que se me ocurría o con cada cosa que hacía sin pensar, Los, antes no me causaban mucha gracia, pero ahora es punto de burla en comidas familiares.
Ni que decir del menú, hasta ahora no encuentro restaurante con mejor sazón que la de ella; no hay rival para su tradicional causa rellana, ni para su ají de gallina, ni menos para sus alfajores.
Ella fue uno de los factores de mi inolvidable adolescencia, no sólo por los gratos recuerdos; sino, también por nuestros memorables discuciones, Las agradesco mucho, ya que aprendí de ellas

Si me pasara escribiendo todas las peripecias de nuestra relación, me faltaría hoja, pero cmo lo mucho que la conosco puedo decir que me tocó una de las mejores, no puedo pedir otra, aunque tengamos ideas diferentes o caracter fuerte y orgulloso (más orgulloso en mi caso); o aunque nos gane ese deseo de sentirnos La victima en cada discusión, tengo que aceptar que mi vida no sería la misma sin ella.
Por esto y todo lo demás te deseo de todo corazón, un feliz Dia... Mamá.

P.D: Al parecer mi l de colegio no discriminaba entre mayusculas y minusculas.

Diego!

lunes, 3 de mayo de 2010

Harto de futbol



Dentro de mi cabeza, que por el momento se siente desesperada por ser lo más pesimista posible, se me ocurre que en unos cuantos años el célebre enunciado que usa las incontables rayas de un famoso felino para criticar la monotonía y la redundancia tenga un giro más popular y use el futbol peruano para referirse al mismo fin. Un gol más a Perú.

Pueblo peruano, no lo tomen a mal. No vayan a creer que uno no le gusta hacer patria ni mucho menos. No faltará el que me condene por no gustarme el futbol. Claro que me gusta, pero de manera muy particular. Y es que este tema me provoca trastornos bipolares. Una mezcla de arcadas y carcajadas. Pica y orgullo. Chócatela y callejón oscuro.

Se supone que uno debe celebrar hasta el cansancio sólo cuando el motivo sea a favor de la propia camiseta. Correcto. Pero, si aplicase este principio en nuestra cancha pues preferiría no ver tele. Y esa era mi posición hasta hace un buen tiempo. ¿Para qué ver las eliminatorias para el mundial si ya sabemos que no vamos a ir? No los veía, me resultaba una pérdida de tiempo, falta de razón y la más pura muestra de masoquismo. Hasta que por ahí me anime ver un Perú vs Chile. Seeeeeeeeeeeeeeeeee. Perdimos. Pero, aunque sea difícil de creer, me desestrecé. Llegó un momento en el que ya me resultaba cómico la goleada en contra nuestra. Muy lejos de la clásica lisura, me salía una inesperada carcajada que poco a poco se volvía costumbre. (no importa) Al final del encuentro termine con un ánimo que ni los chocolates habían logrado

Pero basta. No puedo ser tan egoísta. Es hora de pensar en todo el pueblo peruano, que después de haber puteado 90 minutos a un grupo de incompetentes, ciego por una pasión de quinceañera por artista de moda (como leí en un artículo de no-se-cual-periódico) defiende a la selección contra todo ataque o burla. Osea, yo sí entiendo la frustración que sienten los adictos al futbol cuando ven tales partidos. Sin irme muy lejos: mi viejo. Empieza todo bien, las pilas puestas y las esperanzas le rebalsan. Sin embargo, esto no parece durarle más de 20 minutos. Empiezan los gritos, las lisuras, los ademanes y demás gestos reprobatorios. Ellos están acostumbrados a ver los partidazos del Nene, del cholito y no se quienes otros más. Acostumbrados a ver otra calidad de futbol. Y es por eso mismo que la actuación de la nueva generación no cumple sus expectativas y las de nadie, creo yo. Sin embargo, también creo que todo esto lo tienen bien merecido. Al fin y al cabo los que idolatran tanto a estas supuestas estrellas es la fanaticada misma. Sin darse cuenta apañan algo que no debería ser ni existir.

Es por eso que, y ahora se viene la parte seria del artículo, humildemente creo que la selección de futbol peruano debería desaparecer. ¿Para qué gastar plata en algo que no nos trae frutos ni progreso? Es más, nos provoca mala fama y baja nuestra autoestima. Lo que le falta a nuestro país es autoestima, dijo por ahí alguien. Y justamente el futbol es uno de los factores que nos la quita. ¿Habrá acaso una sola persona que no se sienta incomoda al saber que somos los últimos en Latinoamérica? Somos los cachorros de esta parte del mundo. Pronto nos usaran solamente para los amistosos o para entrenar a las otras selecciones de menores. ¿Hasta dónde más queremos llegar?

En mi opinión la selección debe quedar fuera de la FIFA, se debe dejar de mantener al equipo actual y usar esos recursos para crear nuevos valores que luego de unos años nos puedan devolver la dignidad. Ojala no peque de iluso, pero es la única salida sensata que veo.
Blaos!